Mientras
Dereth y Keldros conversaban en los aposentos del mago, en el exterior de la
torre Taileena practicaba su hechicería. A cierta distancia, una pequeña esfera
de hierro descansaba sobre un mellado tocón, que habría sido un gran árbol en
medio del claro en sus días. Cerró los ojos y respiró con calma, preparándose
para comprobar su propia habilidad. Al abrir los ojos, se clavaron sobre la
esfera. Extendió sus manos hacia delante, dejando que los dedos de una de sus
manos, completamente abierta, apuntaran al cielo. Con la otra mano comenzó a
realizar movimientos oscilantes, de abajo hacia arriba, moviendo los dedos,
justo sobre la mano abierta. La esfera comenzó a vibrar, y lentamente comenzó a
elevarse sobre el tocón. Tras haberla levantado unos metros, Taileena sonrió, y
cesó el movimiento de la mano, manteniendo la otra mano abierta, sosteniendo la
bola. Ésta se tambaleó ligeramente, pero se mantuvo flotando en el aire. Con la
mano libre, hizo un arco hacia atrás, para extenderla bruscamente hacia
delante. De las puntas de sus dedos salió un rayo que recorrió en un destello
la distancia entre la joven y la bola, impactando en ésta con fuerza. La esfera
metálica vibró con fuerza, para luego caer pesadamente al suelo. Taileena
torció el gesto.
-
Maldición. No he sido capaz de sostenerla. Tengo que practicar mucho más.
- Pero
no ha estado nada mal. Simplemente te falla la concentración.
Dereth
la observaba a pocos metros. Tenía los brazos cruzados, pero una amplia sonrisa
cruzaba su rostro.
- No
entiendo por qué. En mi mente sólo existía la bola. ¿Cómo es posible que no me
concentre?
- Eso
no es del todo cierto. Estabas concentrada en la bola, pero al combinar los
hechizos la duda surgió en tus pensamientos. La posibilidad de fallo estaba en tu
mente, y la incertidumbre te hizo vacilar. Deberías confiar más en tus
habilidades, pequeña. Eres más que capaz de hacerlo bien.
Taileena
sonrió. El semielfo siempre la confortaba. Observó cómo Dereth se acercaba
hacia ella, extendiendo los brazos. Con la mano derecha, alzó la esfera en
vuelo, levantándola a varios metros del suelo.
La otra mano, que permanecía cerrada, se abrió y se extendió hacia el
frente, liberando un poderoso rayo que impactó con fuerza en la bola,
haciéndola girar rápidamente, mientras seguía flotando. Con calma, dejó bajar
la bola lentamente, posándola sobre el viejo tocón. Los ojos de la ninfa
brillaban con admiración. Dereth se volvió hacia ella, sonriendo.
- Te
falta controlar la concentración, por lo demás, ya casi consigues hacerlo.
Recuerda que debes de tener el control de los elementos, no adaptarte a ellos.
- Lo
recordaré.- Dijo la ninfa.- Por cierto, gracias por defenderme ante el maestro
antes… Por cierto, ¿no estábais hablando?
- Ha
ido a buscar ciertas cosas por la torre… No sabe dónde puede haberlas metido.
Así que mientras las busca, puedo estar libre. Y no te he defendido, no era
necesario. Kel te tiene mucho más aprecio del que crees. Simplemente se frustra
de vez en cuando con tu torpeza. Y es que tienes unas garras…
Taileena
se cruzó de brazos y frunció el ceño, dándose media vuelta para darle la
espalda al semielfo.
- Era
broma, pequeña. Pero si que eres un poco torpe con el material de Kel. Aun así,
te digo que no se enfada contigo. Pero ten cuidado y no le rompas más cosas,
que al pobre le cuesta conseguir algunas. Además, se preocupa porque te hagas
daño, más que por que le rompas el material.
- Lo sé…
-
Dereth, ya lo he encontrado. ¿Puedes venir a echarlo un ojo?- La voz de Keldros
venía de la puerta de la torre, desde donde miraba a su amigo y a su joven alumna.
- Claro,
ya voy.- Dereth se giró para mirar a Taileena.- Voy a ver si resolvemos un
pequeño asunto. Te dejo practicando. Ánimo con ello.
-
Gracias, luego te veo.- Dijo la ninfa mientras su amigo se daba la vuelta y comenzaba
a caminar hacia la torre.
-•-
- De
modo que se trata de esto…
Dereth
observaba el artilugio que su amigo había traído a la sala. Se trataba de un
mecanismo que constaba de diversos aros, que giraban y rotaban sobre sí mismos,
recorridos por pequeñas esferas, que describían trayectorias variadas. No era
completamente mágico, si no que parecía constar de un mecanismo que realizaba
las funciones de movimientos del artefacto.
- Así
es. Lo encontré hace poco. ¿Qué te parece?
- Me parece
que has encontrado un juguete interesante con el que pasar el rato.
Keldros
frunció el ceño.
- No es
un juguete. Este artefacto muestra los movimientos de los astros. Puedes ver
incluso cómo se mueve nuestro mundo, en relación con otros planetas o astros.
Es una maravilla.
-
¿Desde cuándo observas los astros, Kel?
- Desde
siempre, pero nunca con tanta precisión como ahora. Con esto, puedo estudiarlos
en profundidad. Créeme, es algo fascinante. Quizás así pueda relacionar la
magia con el propio universo y su movimiento.
- Lo
dicho, un juguete interesante. Te lo vas a pasar en grande con esto.
-
Supongo. Ya sabes que cualquier cosa de la que pueda obtener conocimientos es
de mi agrado.
-•-
Taileena
se sentó sobre la fresca hierba del suelo, jugando a hacer levitar la bola
describiendo círculos, agotada tras tanto tiempo practicando. La bola se
oscilaba ligeramente, pero ya tenía un mayor control de su movimiento, y
conseguía que flotase de forma parcialmente estable. El apoyo de Dereth la
había animado a practicar con ahínco, y las horas de esfuerzo habían dado sus
frutos. Sonriendo, dejó bajar la bola hasta el suelo, a su lado, y de tumbó a
contemplar el cielo. Había sido un día muy luminoso, pero estaba oscureciendo
rápidamente. Demasiado. El sol debía estar alto en el cielo, ya que pasaba poco
tiempo desde mediodía. Al mirar hacia el sol, descubrió que un cuerpo redondo estaba
comenzando a taparlo. Éste avanzó rápidamente, hasta que del sol tan sólo
quedaba el rastro de un anillo de luz alrededor de la sombra que lo había
tapado. Extrañada por este desconocido acontecimiento, se levantó y observó la
lejanía, hacia el este. Un pilar de luz roja intensa se veía en la distancia.
-•-
- ¿Qué
ocurre? ¿Cómo es que oscurece tan pronto?.- Dijo Dereth, dirigiéndose a su
amigo. El estudio del artefacto les había dejado absortos, y habían perdido la
noción del tiempo.- ¿Ya es de noche? No hemos estado tanto tiempo observando el
aparato…
Keldros
se asomó a la ventana de la sala, observando la situación con seriedad.
- Es un
eclipse.- Dijo, girándose para observar de nuevo el artefacto.- Es curioso,
porque no lo había previsto. Y el artefacto lo refleja, pero ha tenido que
describir un movimiento inusual.- Volvió a mirar por la ventana, observando
ahora la columna de luz en la que antes no había reparado, con el rostro en
blanco.
- ¿Qué
te pasa Kel?
-¡¡Taileena,
regresa a la torre!!- Gritó el mago, y luego se giró hacia su compañero.- Mira
eso. Ese pilar de luz. El eclipse no es casual.
Dereth
se asomó a la ventana y contempló atónito la escena. Pudo ver como Taileena,
confusa, corría hacia la torre. En el cielo, una espectral columna roja
atravesaba el horizonte. Una oscura silueta surcaba el ensombrecido cielo,
dirigiéndose hacia la luz.
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