lunes, 2 de abril de 2012

Anochecer


                Mientras Dereth y Keldros conversaban en los aposentos del mago, en el exterior de la torre Taileena practicaba su hechicería. A cierta distancia, una pequeña esfera de hierro descansaba sobre un mellado tocón, que habría sido un gran árbol en medio del claro en sus días. Cerró los ojos y respiró con calma, preparándose para comprobar su propia habilidad. Al abrir los ojos, se clavaron sobre la esfera. Extendió sus manos hacia delante, dejando que los dedos de una de sus manos, completamente abierta, apuntaran al cielo. Con la otra mano comenzó a realizar movimientos oscilantes, de abajo hacia arriba, moviendo los dedos, justo sobre la mano abierta. La esfera comenzó a vibrar, y lentamente comenzó a elevarse sobre el tocón. Tras haberla levantado unos metros, Taileena sonrió, y cesó el movimiento de la mano, manteniendo la otra mano abierta, sosteniendo la bola. Ésta se tambaleó ligeramente, pero se mantuvo flotando en el aire. Con la mano libre, hizo un arco hacia atrás, para extenderla bruscamente hacia delante. De las puntas de sus dedos salió un rayo que recorrió en un destello la distancia entre la joven y la bola, impactando en ésta con fuerza. La esfera metálica vibró con fuerza, para luego caer pesadamente al suelo. Taileena torció el gesto.
 
                - Maldición. No he sido capaz de sostenerla. Tengo que practicar mucho más.
 
                - Pero no ha estado nada mal. Simplemente te falla la concentración.
 
                Dereth la observaba a pocos metros. Tenía los brazos cruzados, pero una amplia sonrisa cruzaba su rostro.
 
                - No entiendo por qué. En mi mente sólo existía la bola. ¿Cómo es posible que no me concentre?
 
                - Eso no es del todo cierto. Estabas concentrada en la bola, pero al combinar los hechizos la duda surgió en tus pensamientos. La posibilidad de fallo estaba en tu mente, y la incertidumbre te hizo vacilar. Deberías confiar más en tus habilidades, pequeña. Eres más que capaz de hacerlo bien.
 
                Taileena sonrió. El semielfo siempre la confortaba. Observó cómo Dereth se acercaba hacia ella, extendiendo los brazos. Con la mano derecha, alzó la esfera en vuelo, levantándola a varios metros del suelo.  La otra mano, que permanecía cerrada, se abrió y se extendió hacia el frente, liberando un poderoso rayo que impactó con fuerza en la bola, haciéndola girar rápidamente, mientras seguía flotando. Con calma, dejó bajar la bola lentamente, posándola sobre el viejo tocón. Los ojos de la ninfa brillaban con admiración. Dereth se volvió hacia ella, sonriendo.
 
                - Te falta controlar la concentración, por lo demás, ya casi consigues hacerlo. Recuerda que debes de tener el control de los elementos, no adaptarte a ellos.
 
                - Lo recordaré.- Dijo la ninfa.- Por cierto, gracias por defenderme ante el maestro antes… Por cierto, ¿no estábais hablando?
 
                - Ha ido a buscar ciertas cosas por la torre… No sabe dónde puede haberlas metido. Así que mientras las busca, puedo estar libre. Y no te he defendido, no era necesario. Kel te tiene mucho más aprecio del que crees. Simplemente se frustra de vez en cuando con tu torpeza. Y es que tienes unas garras…
 
                Taileena se cruzó de brazos y frunció el ceño, dándose media vuelta para darle la espalda al semielfo.
 
                - Era broma, pequeña. Pero si que eres un poco torpe con el material de Kel. Aun así, te digo que no se enfada contigo. Pero ten cuidado y no le rompas más cosas, que al pobre le cuesta conseguir algunas. Además, se preocupa porque te hagas daño, más que por que le rompas el material.
 
                - Lo sé…
 
                - Dereth, ya lo he encontrado. ¿Puedes venir a echarlo un ojo?- La voz de Keldros venía de la puerta de la torre, desde donde miraba a su amigo y a su joven alumna.
 
                - Claro, ya voy.- Dereth se giró para mirar a Taileena.- Voy a ver si resolvemos un pequeño asunto. Te dejo practicando. Ánimo con ello.
 
                - Gracias, luego te veo.- Dijo la ninfa mientras su amigo se daba la vuelta y comenzaba a caminar hacia la torre.

-•-

                - De modo que se trata de esto…
 
                Dereth observaba el artilugio que su amigo había traído a la sala. Se trataba de un mecanismo que constaba de diversos aros, que giraban y rotaban sobre sí mismos, recorridos por pequeñas esferas, que describían trayectorias variadas. No era completamente mágico, si no que parecía constar de un mecanismo que realizaba las funciones de movimientos del artefacto.
 
                - Así es. Lo encontré hace poco. ¿Qué te parece?
 
                - Me parece que has encontrado un juguete interesante con el que pasar el rato.
 
                Keldros frunció el ceño.
 
                - No es un juguete. Este artefacto muestra los movimientos de los astros. Puedes ver incluso cómo se mueve nuestro mundo, en relación con otros planetas o astros. Es una maravilla.
 
                - ¿Desde cuándo observas los astros, Kel?
 
                - Desde siempre, pero nunca con tanta precisión como ahora. Con esto, puedo estudiarlos en profundidad. Créeme, es algo fascinante. Quizás así pueda relacionar la magia con el propio universo y su movimiento.
 
                - Lo dicho, un juguete interesante. Te lo vas a pasar en grande con esto.
 
                - Supongo. Ya sabes que cualquier cosa de la que pueda obtener conocimientos es de mi agrado.

-•-

                Taileena se sentó sobre la fresca hierba del suelo, jugando a hacer levitar la bola describiendo círculos, agotada tras tanto tiempo practicando. La bola se oscilaba ligeramente, pero ya tenía un mayor control de su movimiento, y conseguía que flotase de forma parcialmente estable. El apoyo de Dereth la había animado a practicar con ahínco, y las horas de esfuerzo habían dado sus frutos. Sonriendo, dejó bajar la bola hasta el suelo, a su lado, y de tumbó a contemplar el cielo. Había sido un día muy luminoso, pero estaba oscureciendo rápidamente. Demasiado. El sol debía estar alto en el cielo, ya que pasaba poco tiempo desde mediodía. Al mirar hacia el sol, descubrió que un cuerpo redondo estaba comenzando a taparlo. Éste avanzó rápidamente, hasta que del sol tan sólo quedaba el rastro de un anillo de luz alrededor de la sombra que lo había tapado. Extrañada por este desconocido acontecimiento, se levantó y observó la lejanía, hacia el este. Un pilar de luz roja intensa se veía en la distancia.

-•-

                - ¿Qué ocurre? ¿Cómo es que oscurece tan pronto?.- Dijo Dereth, dirigiéndose a su amigo. El estudio del artefacto les había dejado absortos, y habían perdido la noción del tiempo.- ¿Ya es de noche? No hemos estado tanto tiempo observando el aparato…
 
                Keldros se asomó a la ventana de la sala, observando la situación con seriedad.
 
                - Es un eclipse.- Dijo, girándose para observar de nuevo el artefacto.- Es curioso, porque no lo había previsto. Y el artefacto lo refleja, pero ha tenido que describir un movimiento inusual.- Volvió a mirar por la ventana, observando ahora la columna de luz en la que antes no había reparado, con el rostro en blanco.
 
                - ¿Qué te pasa Kel?
 
                -¡¡Taileena, regresa a la torre!!- Gritó el mago, y luego se giró hacia su compañero.- Mira eso. Ese pilar de luz. El eclipse no es casual.
 
                Dereth se asomó a la ventana y contempló atónito la escena. Pudo ver como Taileena, confusa, corría hacia la torre. En el cielo, una espectral columna roja atravesaba el horizonte. Una oscura silueta surcaba el ensombrecido cielo, dirigiéndose hacia la luz.

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